miércoles, 20 de agosto de 2008

El alto costo de la vida

La sabiduría popular siempre ha dicho que “Los precios suben por el ascensor y los sueldos por las escaleras. Una verdad de Perogrullo. En estos tiempos, de ascensores digitalizados, que se mueven a altas velocidades, los precios de la canasta básica viajan en esos modernos equipos. Basta darse una vueltecita por el mercado para constatar esta gravísima realidad que vuelve sal y agua el presupuesto familiar, hasta de la clase media baja. ¡Ay, del pobre! que depende de un sueldito, una misión, una pensión o una jubilación, vive más apretado que sardina en latas y la cosa se le pone más peliaguda y súper comprometida a los desempleados y el segmento que sobrevive en la pobreza extrema. El alto costo de la vida, sin discusión, diezma la población.

Estamos ante un gobierno rico y una población en más del 80% pobre. Una revolución que tiene tantos y abundantes recursos económicos que no mide a la hora de solucionar el problema de otros países. Regalos, condonaciones, compra de deudas, subsidios, construcción de hospitales, carreteras, escuelas, entrega de plantas eléctricas, petróleo y combustible para los pobres de los países ricos y pare de contar. Pareciera no ver la realidad del país. Ayudar a los demás pobres, no es malo per se, lo criminal es que mientras eso sucede, muchos “dueños” de esa riqueza, mueren de mengua por falta de una medicina o por desnutrición crónica. Luz para la calle y oscuridad para la casa.

Estamos ante una crisis social de dimensiones incalculables. La agenda del gobierno privilegia el proceso político. Lo social es manejado con superficialidad y no existe una política coherente y definida. Las leyes de seguridad social están relegadas y engavetadas, el desempleo causa estragos en la oferta laboral, no hay estabilidad en los empleos, no se discuten los contratos colectivos con los legítimos interlocutores, las inspectorías del trabajo viven llenas de gente angustiada por la burla de muchos empleadores y ahora para colmo de males, se está disparando la inflación a una velocidad inusitada y las medidas espasmódicas y tímidas que toman las autoridades más que frenarlas, la aceleran vertiginosamente ante la mirada atónita del venezolano.

Está grave situación social, trae consigo otros males. Hay desnutrición, inseguridad y descomposición en muchos núcleos familiares. “El que tiene hambre roba” y el que no tiene también. ¿Quién o quienes califican las necesidades que impulsan a un cristiano a robar? ¿Es la inflación un detonante para acrecentar los niveles de inseguridad? Uno no sabe, pero de que, la gente anda angustiada, preocupada y desesperada por adquirir los bienes y servicios mínimos – que para colmo también escasean o son de mala calidad – para intentar dignamente es una verdad del tamaño de la maleta de Antonini Wilson.

Hay cosas que deben ser prohibitivas para una revolución y mucho más si alardea de socialista. La corrupción y la desigualdad. Hoy, después de 9 años de gobierno revolucionario, la corrupción está generalizada, los ricos son más ricos y los pobres son más pobres y como corolario la inflación, también hace desastres en la revolución y amenaza con convertirse en su más terrorífico enemigo. No todo lo que brilla en las estadísticas oficiales es oro. Dense una vueltecita por los mercados y verán la triste realidad del alto costo de la vida y verán que no es para dormir tranquilos.