viernes, 11 de junio de 2010

Podredumbre alimentaria, socialista y revolucionaria

No hay nada nuevo bajo el sol, pero
cuántas cosas viejas hay que conocer
Ambrose Gwinett Bierce (1842-1914)
Periodista y escritor estadounidense

La ineficiencia, incapacidad y corrupción en el gobierno hicieron explosión. Con la importación de alimentos, medicinas, insumos médico-quirúrgicos, semillas para papas y hasta vehículos que se deterioran en Planta Centro, queda demostrado que estamos ante la operación de putrefacción administrativa, más grande de la historia del país. No hay, ni habrá manipulación mediática que logre ocultar esta pudrición. Los hedores que emanan de los containers son tan fuertes que llegan al despacho presidencial. Ocultar y proteger corruptos también puede convertirse en un hecho de corrupción. La cuerda está reventando por lo más delgado. ¿Y los peces gordos? Otra vez saltan los chinitos de Recadi.

Increíblemente el gobierno, intenta ocultar este monstruoso hecho de ineficiencia, incapacidad y corrupción. Pretenden minimizarlo. Lo atribuyen a “fallas puntuales”. Protegen y reiteran apoyos a los peces gordos. No se observa voluntad política para abrir e impulsar una verdadera investigación que dé con los verdaderos responsables y culpables. ¡No! esas son menudencias y lo importante es que han llevado alimentos baratos al pueblo. Nadie discute eso. Lo que está en entredicho, es que en ese loable empeño, se montó la más colosal operación de corrupción de la historia patria. Todo en nombre de los más pobres.

Esa distribución de alimentos muy puntual es una obligación enmarcada en las políticas sociales del todos los gobiernos democráticos que ha tenido el país. Desde Corpomercadeo, bodegas vecinales, hasta Mercal y Pedeval. Productos de la cesta alimentaria a bajo costo, han llegado a los sectores más pobres. El nombre no es lo relevante, lo importante es que esos programas cumplieron su cometido en su oportunidad, los de antes, nunca pretendieron competir y mucho menos invadir el mercado privado. Las cadenas de comercialización eran vigiladas, reguladas y se mantenían dentro del equilibrio económico, que perduraba en el país. La historia es reciente y la memoria del venezolano no es tan frágil como muchos piensan erróneamente.

El pueblo tiene derecho a adquirir los productos que quiera, dónde quiera, como quiera. Las opciones no pueden, ni deben ser restringidas por ningún gobierno. La libertad en el mercado, es obvio, debe tener restricciones legales en cuanto a precios, calidad y comercialización, pero no debe ser limitada para que todos nos veamos obligados a comprar en los entes oficiales. Estos últimos tienen su mercado y direccionalidad social. Amén de que deben ser administrados con una rígida moral administrativa. No todos los mercados deben, ni pueden ser invadidos por el gobierno. La sabiduría popular nos indica que “el que mucho abarca poco aprieta” y nadie puede meterse a brujo sin conocer la hierba. Los resultados saltan a la vista.

La evidencia de la ineficiencia, incapacidad y corrupción saltó a la vista de todos. Las cadenas de comercialización privada están reivindicadas. Pulcritud, eficiencia y capacidad están probadas. ¿Quién resarce los daños inflingidos al tesoro nacional? confiscarle los alimentos a la Polar para venderlos al pueblo, mientras se pudre, vencen e incineran los adquiridos con los dólares preferenciales de todos los venezolanos, es una cortina de humo, que no ocultará la podredumbre alimentaria socialista y revolucionaria. Los efluvios de la pudrición no los detiene cháchara presidencial. Lo que está a la vista no tiene explicación. Hay que respetar a la gente.

No hay nada nuevo bajo el sol. Esta triste situación es vieja y nos demuestra una vez más y fehacientemente que el estado debe ocuparse de la salud, educación, deporte, servicios públicos, etc., que por cierto andan muy mal y permitir, con reglas de juego claras y precisas, que la iniciativa privada contribuya eficiente, diligente y respetablemente en algunas áreas económicas. Verbigracia, la comercialización y distribución de alimentos. Zapatero a sus zapatos.

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