domingo, 8 de abril de 2012

Los puentes del perdón

Aquel que no puede perdonar a otros, destruye
el puente sobre el cual debe pasar él mismo

George Herbert (1593 – 1633)
Poeta inglés.

Todo ser humano merece vivir. Nadie debe desearle a muerte a un semejante. Ninguno debe quitarle la vida a otro. Nacemos para la vida, dar vida y vivir a plenitud. El ser humano no es perfecto. Aciertos y errores adornan su existencia. Hay en todo humano una dosis de espiritualidad. En unos más en otros menos, pero lo importante es que, ante una dura y peligrosa eventualidad, a todos se nos arruga el corazón y, por mas que fuerte que parezcamos o nos comportemos, las lágrimas saltan de nuestros ojos. Es la ingénita sensibilidad.

Ver que a un Presidente de la República, le salten las lágrimas, no es un hecho extraordinario. Es un ser humano y como tal posee su dosis de sensibilidad. El don de mando, la vocación autoritaria y la tendencia a expresar libremente sus ideas y ofender a quien le viene en gana, nunca eliminará esa carga sensible. Hasta la misión terrenal del hijo de Dios, ha sido percibido con toda suerte de interpretaciones. Socialista y comunista. No importa que los más altos dignatarios de la iglesia nieguen esas peregrinas tesis. Yo, el supremo, tengo mi interpretación y punto. Al fin y al cabo, Dios, es magnánimo y perdona.

Volviendo a las lágrimas, los familiares de los trabajadores petroleros, que fueron víctima del genocidio laboral más salvaje que conozca la humanidad, derramaron muchas lágrimas. Niños a los cuales les negaron el derecho a la vivienda, la educación, la salud y la recreación, también lloraron. Fueron desalojados bestialmente de sus casas. La violación de derechos humanos fue brutal. Los dejaron en la calle. Les confiscaron las prestaciones sociales, la caja de ahorro y les aplicaron un apartheid en Venezuela, al punto que tuvieron que exiliarse, en busca de trabajo en otros países. Lágrimas y más lágrimas.

La familia del productor agropecuario, Franklin Brito, también lloró. Lágrimas y más lágrimas derramaron implorando justicia. Los que podían solucionar el problema, devolverle sus tierras y evitarle la muerte, nunca tuvieron compasión. Lo dejaron morir. Los familiares de los perseguidos, exiliados y presos políticos, les saltan las lágrimas de impotencia al ver como sus vidas cambiaron para siempre.  Muchas familias sufren penurias, sufrimientos y torturas sicológicas. Ven y escuchan como el autócrata acusa a sus familiares de asesinos, corruptos y apátridas, sin que algún tribunal haya dictaminado culpabilidad. Es un asesinato moral sin formula de juicio. No olvidéis.

Los familiares de la jueza María Lourdes Afiuni y ella misma, se imagina uno en privado, han derramado lágrimas ante tanta injusticia, sinrazón, humillación, iniquidad y violación de derechos humanos. Todos lloramos, en situación de atropello, abuso, salvajismo como las expropiaciones y confiscaciones. Obvio, mucho más cuando enfrentamos o algún familiar es víctima de alguna enfermedad terminal. No basta rezar, dice Alí Primera. No basta rogar, pedir perdón y derramar lágrimas. Hay que ser magnánimo y perdonar. La justicia terrenal, está en manos de los hombres y los hombres que perdonan, son premiados con el perdón. Amnistía general YA. Dios es justo y la justicia divina es infalible.

Dios nos dé vida a todos, para recomponer el tejido social de la patria, logremos la reconciliación, la unidad, el entendimiento y la unidad, aunque entendemos, los tiempos de Dios son perfectos. No destruyamos los puentes del perdón. Estamos a tiempo.

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